La cata

18 julio 2010
El húmedo corcho esparció el aroma secuestrado.
Un torrente de Bobal abandonó los barrotes de cristal y se desató sobre la copa. Sus salpicaduras insertaron diminutos colmillos en las comisuras de la boca cristalina, dejando fluir la simbólica sangre de Cristo al océano de vides aplastadas por pies de carne y metal.
El agitado movimiento del tallo despertó fragancias frutales y días de lluvia; gravándose en la memoria de la nariz y avivando un pozo de recuerdos olvidados.
La mucosa sedienta dejó su impronta de carmín, mientras un simbiótico intercambio entre papilas y mosto maduro tenía lugar. 

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4 comentarios:

Lunática dijo...

¡Umm!. ¿dónde está ese vino oloroso y rico de paladar para catar?
Buen texto.

Arturo Palavicini dijo...

Excelente; realmente despiertas los sentidos y nos haces degustar cada línea. Preciso y exacto, no lo sobra ni le falta nada.
Felicidades.

José R. González dijo...

dan ganas de beberlo :) enhorabuena por el texto. Un saludo

Tropiezos y trapecios dijo...

Dios, he sentido el sabor de verdad, el aroma y hasta la textura :) Un trabajo de descripción fantástico, te felicito por tu espacio :) Es un rato largo, muy largooooo interesante.
Te sigo desde ya!!!
Un abrazo!!!
Favole

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